Divididos en Atenas 25/8/23
De arranque, resignificar “el” disco de Pantera y recordar, como un cuento, al eterno Facu de Berisso, que una vez les dijo, yendo en un trip de familia tribal, barrial, a la Capi: “que van a ver a Pocho?”, a unos provocadores parafernalizados fans de la banda metalera texana, que viajaban de timba en el furgón, en ese tren Roca, como rocas, a ver uno de sus shows y que a pesar de su impostura heavy exógena, se espantaron al instante, seguro debe ser una mala decisión, o un gran error, ya no lo sé.
Iban, decía, esos pseudo punkitos, a ver otras expresiones, cargados de un snobismo tuneado para la ocasión, pura mitología de próceres en el Traful. Ensayaba con el párrafo anterior, un intento de expliqueta del título de esta crónica, pero, como a todo buen nene de antes, después de asistir a un show tan alejado de esas parafernalias y posturas, me ganó el barrio, será porque un Chalchalero no es un Rolling Stone? Las apostillas y leyendas que compartimos después con el Turquito, con Dani, con Juan, Fede o Mati, del show de esa noche, entre crecidos pibes de acá, aves raras de un pasado por agua, de esta ribera de a ratos tan cruel, sin credencial fe de hígado, de esos que siguen, capaz corriendo sin poderla alcanzar, pero que se abrazan para no morir de frío, muchas veces con un diez en resaca, eso sí, siempre de este lado de la vida, esos comentarios y anécdotas seguro no fueron solo cuadros colgados.
Ese ritual simple y cotidiano de la esquina, llevado al exponente artístico más alto, bien de ahí, transitados pibes de la cuadra que fueron creciendo y se mudaron? doble vida de un ser o no ser? Que siguen siendo parte, de ese imaginario, como un cuento de una historia más, de aquellos niños herejes al fin, que salieron a jugársela una vez más al escenario, con sus cargados instrumentos, cargados de furia, cargados de magia, cargados de melodías y amor, dónde está la chapa del amor?, se respira eso en los recitales de Divididos, una comunión de amor entre viejos amigos del rock y nuevas y respetuosas generaciones, con promesas de continuidad de esta liturgia de acordes y furias, canalizadas con dulzura, porque, por un rato al menos, la gente no se destruye, ni fagocita, ni se amasija entre si … Y nos sumergieron en su océano salvaje, diez o quince minutos antes de las 22 horas.
Ricardo, que previamente había cruzado el escenario con su mochila, ovacionado, pero como por la cuadra de su casa, desde la pantalla detrás del escenario y haciéndose cargo del cantito popular “escúchenlo, escúchenlo, escúchenlo…”, fue poniendo en marcha, con tomas en cada detalle, una aplanadora real, la que estrenaron en el impresionante Vélez Sarsfield de mayo de este año, dio unas vueltas y la estrelló contra un público que llenaba el estadio Atenas de La Plata, así dio inicio a dos horas y media casi de un ritual a recordar por largo tiempo, no es tan fácil demostrar a esta altura, que haciendo cosas no tan raras ya para gente normal, pueden generar esa usina de emociones, tan nuestras.
Arrancaron con El fantasio, de Gol de mujer, un mar de celulares colmó la oscuridad de la sala, para retratar esa emotiva intro, y ya en el segundo tema nos permitimos emocionar con Sábado, con unos amenos guiños Spinetteanos al final y un Catriel Ciavarella que empezaba a calentar el brazo. Siguió Elefantes en Europa, en Cuadros colgados, la gente teñida del infierno luminoso se une en un solo pogo, que continúa con Haciendo cosas raras, en Buscando un ángel, la química entre Arnedo y Mollo se hace comunión con la gente, que en este punto ya estaba chocando en éxtasis, sigue Tanto anteojo, de Narigón del siglo y nadie quiere aflojarle al rito.
Al finalizar, Mollo agradece y se disculpa por lo manijas que arrancaron, cuenta que fue porque desde la vuelta de España que no tocaban. Siguen Alma de budín, Los sueños y las guerras con terribles solos, Dale azulejo y Que tal, con solo de Arnedo furioso y un medley coreado a pleno por el público de La Rubia Tarada de Sumo, primero y no único acercamiento a Luca Prodan, que pareció brillar entre esos coros “Y me fui a tomar, una ginebra con gente despierta…” emocionó hasta al más púber de los asistentes. Se da la primera y única pausa en un show que parecía ya promediar, pero recién estaba arrancando. Se fueron unos minutos. La gente siguió “Escuchelo, escuchelo, escuchelo, la aplanadora del rockanroll es Divididos la puta que lo parió…”
Vuelve a salir Mollo guitarra en mano y subido a una banqueta hace, solo el, con esa voz que llena todo el lugar, Spaguetti del rock, ”remontar barrilete en esta tempestad…”, y canta el “no soy actor…” la gente y entra toda la banda al final, rompiéndola, para no parar hasta un final del que faltaba bastante todavía. “Mucha luz, fuerza” dice con dulzura Mollo arrancando Luz del alma, por el rincón derecho se ve a Miki Lusardi, bailando, filmando y arengando a Catriel, su frase “el privilegio se socializa siempre” se hace carne con Ortega y gases, con Arnedo en la guitarra y un inolvidable carnavalito de palmas del público, llega Huelga de amores, también con guitarra de Arnedo, folklore puro que obliga al público a un final con el clásico “Y ya lo ves, y ya lo ves, el q no salta es un inglés…”, esto termina con un solo de Catriel, extenso solo, superlativo solo, gigantesco solo.
Baja un poco la intensidad musical pero no emocional con El arriero, con una imagen de Yupanqui gigante en la pantalla y un “se vaaaaaaaan!” eterno de Mollo, el clima a esta altura era increíble, momento ideal para un estreno, con Santiago Molina en gaita y Nicolás.., en flauta, no llego a escuchar el apellido porque alguien me pide fuego, un pucho o una seca, no se bien, la comunión entre el público es total, arriba del escenario lo mismo, hay un paso de comedia entre un Catriel que se olvida los auriculares, con Mollo que lo jode y le tira que ya no es tan pibe, la gente ovaciona ese juego de afinidades, arranca San Saltarín y el cierre nuevamente ovacionado de Ricardo con un “Todos van a volver “ conecta con otra aclamación. Siguen Vida de topos, Salir a asustar, en Cabalgata deportiva, un solo de Mollo atraviesa la jungla de miradas, vuelve la liturgia de San Luca con el grito de guerra de Crua Chan “I smell the blood of a Englishman!” y ese público cual bola de escoceses sedientos salta hasta el final.
Como si no hubiera cúspide en esta subida, ahora el turno en el escenario es con Pappo y un Sucio y Desprolijo que ya va siendo un clásico en los recitales de este trío al que hasta power les queda chico. Amapola del 66 apenas calma las aguas, o brinda un pequeño respiro para dejar todo hasta el final y vaya si así fue, siguieron Paisano de Hurlingham, con un Catriel nuevamente en llamas al final, Paraguay con Mollo diciendo “Chau” pero quedándose y saliendo con Rock& roll de Rasputín, el 38 no se si lo soñé o lo tocaron realmente, ya estábamos todos varios centímetros sobre el suelo, siguió Ala delta y todo era pura emoción, abundancia, rara plenitud, las miradas de ese público casi no pudiendo creer como ”todo estaba tan rápido por acá, en este océano salvaje”, “Quieren algo más?” Cancherea Ricardo desde un escenario estallado y salen con el último y claro, de Sumo nuevamente, con un coreado hasta el infinito El ojo blindado, iban dos horas y pico de show y seguían zapando como al principio, Mollo deja la guitarra, cruza el escenario, se sienta un momento en el borde del mismo mirando todo y salta al hueco de adelante a saludar y regalar púas contra el vallado frente al escenario, Diego y Catriel siguen tocando como si estuvieran arrancando, al rato sube Ricardo, finalizan, saludan y pasada la medianoche, cruzan nuevamente con sus mochilas el escenario, dando por terminado el convite, al día siguiente tocaron nuevamente, pero esa es otra historia.
No nos queda más que decirle gracias a Divididos, por hacernos saber que valió la pena, entre tanta oscuridad, de chiquitos ser así. Por un largo rato de esta noche de agosto, dejaron imaginarnos, algo más alegres en este inferno.
Autor: Lalo Baltusis