Luego de semanas que resultaron tan particulares con una Cámara de Diputados que sesionó en enero, y tan agotadoras como inentendibles para la sociedad en general, la cual se mantuvo en vilo para saber los resultados, finalmente la Ley Ómnibus volvió a foja cero, con un Javier Milei que se quedó sin su proyecto y una votación particular terminó de la peor manera con la vuelta a comisión.
Lo que en su momento se anunció como una medida dictatorial sin cambios posibles, con el paso del tiempo llevó a La Libertad Avanza a considerar una serie de negociaciones para llegar a la aprobación. Sin embargo, parado en la vereda contraria, el oficialismo no hizo caso a los reclamos de los diversos sectores, organizaciones, instituciones y movimientos que manifestaron su negativa a una ley que iba en contra de los ideales del pueblo y a favor de la casta que, según el presidente, iba a pagar los platos rotos de este desastre.
“La casta se puso en contra del cambio que los argentinos votamos en las urnas”, expresó Milei luego de recibir la noticia en Israel, lugar donde últimamente parece encontrarse cómodo, mientras el país a su cargo transita una fuerte crisis políticas. Por su parte, los legisladores libertarios se retiraron del recinto aceptando la primera derrota política a dos meses de asumido su gobierno.
Los diputados de Unión por la Patria, en tanto, se quedaron cantando la marcha peronista en las escaleras del Palacio, aún con la advertencia libertaria de que “La traición se paga cara”, que debería estar destinada a sus aliados y no a quienes desde un primer momento dejaron en claro su oposición a las leyes mandadas por el ejecutivo al parlamento.
Lo cierto fue que, previo a ello, el día tuvo un comienzo hostil; luego de las diatribas y amenazas vertidas por el mismísimo presidente hacia figuras de la oposición y a los gobernadores. En la mañana del martes ya eran varios legisladores los que mostraban cierto desconocimiento de la labor parlamentaria y burocrática, y de las negociaciones llevadas adelante por el propio Ministro del Interior.
El problema, en concreto, era el alma del proyecto de Ley Ómnibus, con la delegación de facultades en materia económica, financiera, de seguridad, tarifaria, energética y administrativa, que habilitarían al presidente a poder intervenir sobre gran parte de la vida de los argentinos sin necesidad de pasar por el Congreso.
El primer artículo del proyecto se aprobó con 134 votos afirmativos y 121 negativos; los únicos votos en contra habían provenido de UxP, el FIT, los socialistas y algunos de los radicales díscolos (como Pablo Juliano y Facundo Manes). Las facultades delegadas por un año se votaron, también, sin grandes sorpresas. Pero faltaban las bases de la delegación que se fueron cayendo una por una.
Reconociendo que había objeciones puntuales contra algunas delegaciones, el oficialismo habilitó el tratamiento por separado de cada uno de los incisos que se referían a las bases de la delegación. El mayor peligro era el inciso H, que habilitaba a Milei a transformar o eliminar los fondos fiduciarios que existen en el país. Entre estos fondos está el de Integración Socio Urbana o el de la Protección de Bosques Nativos, pero el que generaba mayor rechazo entre los gobernadores era el fondo que regulaba el subsidio al consumo de gas en “zonas frías”.
El H, fue la primera derrota del oficialismo: 112 votos a favor, 142 en contra. Allí estaban las objeciones de UxP y la izquierda, pero también las de todo Innovación Federal —bancada provincial que aglutinaba misioneros, salteños, rionegrinos—, la Coalición Cívica, y los cordobeses que responden a Llaryora.
Después de ese voto en contra, la votación en particular proyectó la decandencia. Con 123 a favor y 130 contra, LLA perdería también las bases de las delegaciones en materia de seguridad y energía. Es decir que las vaciaban de contenido, quedaban solo a modo “simbólico”. La objeción a la delegación energética —que incluía la apertura de la exportación de hidrocarburos o la “recomposición tarifaria”— respondía a la oposición de varios legisladores a darle aquella facultad de Milei. El voto en contra de la delegación de Seguridad era un mensaje político directo a Patricia Bullrich.
A este le siguió la Reorganización Administrativa, en el que la oposición le fue bochando en particular todas los incisos excepto uno: el que buscaba la profesionalización de la carrera administrativa. La intervención de organismos públicos o la privatización de empresas públicas habían quedado afuera.
Frente al festival de votos en contra, en un momento, Miguel Ángel Pichetto le pidió a Menem que se pusieran serios y negociaran: “Les pedimos alguna flexibilidad, les encanta seguir perdiendo. Traten de receptar alguna propuesta y ganar. Hay que ganar, no perder”. Una burda exposición de Pichetto que resultó más oficialista que varios libertarios.
Por último, se votó el artículo 7, de privatización a las empresas públicas. El oficialismo no tenía el número para aprobar las privatizaciones: se habían realizado algunas modificaciones, pero LLA se negaba a continuar achicando el listado de empresas sujetas a privatizar —pedido de HCF— e introducir mayores aspectos de transparencia sobre el proceso —pedido de la UCR—.
Había sectores del radicalismo que, además, reclamaban que la privatización de cada empresa tenía que pasar, sí o sí, por el Congreso. Manes prometía una docena de votos radicales en contra que, si se sumaban a los cordobeses, los de UxP, el FIT y algunos representantes provinciales, podían declarar a las privatizaciones por muertas.
Se contaba con un respaldo legal de la propuesta: el artículo 155 del reglamento lo habilitaba, a pesar de la media sanción en general. Pero más allá de los argumentos del oficialismo la derrota de LLA fue devastadora.
Se sucedieron luego declaraciones ante los medios del Ministro del Interior Francos y del Presidente del Bloque de Diputados dejando en claro que no sabían que proponer que a Ley vuelva a comisiones por el articulo 155 haria que la ley se caiga y vuelve a foja cero. Posteriormente intentaron despedirse.
El Presidente Javier Milei intentó simular diciendo que fue él quien pidió se haga lo que se hizo, para no perder centralidad política y tapar el paso en falso de sus colaboradores.
Para completar la escena de desconcierto, ineptitud e ignorancia, por por un lado el gobierno sigue tratando de traidores, enemigos y delincuentes a quienes votaron en contra, pero a la vez dicen que todo esto lo tenían previsto. Algo no cierra.