Hace 30 años un cineasta un tanto outsider, independiente, nos sorprendía con una película icónica y que lo llevaría a la popularidad. Quentin Tarantino llevaba en su haber “Perros de la calle”, su gran ópera prima. Pero con “Pulp Fiction”, llegaría su consagración, tanto de la crítica especializada como de la audiencia cinéfila. La pieza que podríamos catalogar tanto como una película de acción, o una comedia negra, es una sutil combinación de humor, violencia, reminiscencias de cine de antaño, una musicalización sublime, y hasta connotaciones psicológicas que nos llevan leer a sus personajes en perspectiva de la psicología, la ética y la moral. Más de una vez sus personajes se encuentran frente a dilemas que terminan definiendo de manera inesperada, errática, y asumiendo sus decisiones de manera disímil.
El título de esta editorial nos remite tanto la violencia que atraviesa la película referida, como los tiempos postmodernos que estamos atravesando a nivel mundial en general y en la Argentina en particular.
Hemos escrito ya como este presente se caracteriza por un consumismo extremo, que endiosa al dinero, el individualismo y la imagen, en detrimento de lo comunitario, la solidaridad, lo espiritual. Los altos índices de desigualdad y concentración de la riqueza es otro de los aspectos que atraviesa este proceso histórico global, con gobiernos que son funcionales, por acción u omisión. La justicia y los grandes medios de comunicación por lo general no son ajenos a esta lógica corporativa e injusta. Por último, una influencia cada vez más predominante y condicionante en nuestras vidas de la virtualidad y la redes, que se caracterizan por hacer de las antinomias, el odio y la violencia desde el anonimato su alimento, completan una pintura de nuestros días, que hace de la violencia una alternativa ante una vida que no se parece en nada a la soñada, o deseada por amplios sectores de la sociedad.
Nadie puede negar que la historia Argentina estuvo dominada por la violencia, la cual ha dejado huellas imborrables y hoy, la polarización caracteriza nuevamente la vida política en todos sus ámbitos. Leer, problematizar y reelaborar nuestra historia sirve, siempre, para tratar de entender y comprender lal actualidad.
En este sentido no podemos dejar de mencionar que hace dos años tuvimos un intento de magnicidio a una Vicepresidenta de la Nación, y que el mismo no tuvo el acompañamiento ni político ni judicial que merece tan grave acontecimiento, más allá de la pertenencia política de la víctima.
La llegada de Javier Milei al gobierno nacional ha llevado a lo más alto de la institucionalidad nacional a niveles de violencia que desde la vuelta de la democracia no vivíamos. Sus mensajes violentos en campaña no han mermado y, al contrario, se han envalentonado tanto él como sus adherentes, con el acompañamiento del aparato del Estado, el cual intenta dinamitar, excepto, al parecer, las instancias estatales que sirven para agredir, reprimir, e intimidar.
La violencia verbal y simbólica en la narrativa y el relato oficial es una característica, que da cuenta de la intención manifiesta de eliminación de todo aquello que no comulgue con lo que se dice, piensa o hace con las ideas libertarias.
Desde su asunción misma el Presidente, los medios de comunicación afines y su aparato paraestatal de trolls no dejaron de enfrentarse con el poder legislativo (hablando en su asunción de espaldas al Congreso de la Nación, y llamando a nuestros representantes como ratas); a la cultura (cerrando el Ministerio de Cultura, desfinanciando las políticas de Estado para la cultura con la importante merma de su presupuesto, y agrediendo a artistas populares en reiteradas oportunidades); a periodistas (catalogándolos de “ensobrados”, o con agresiones personales a través de las redes, por ejemplo); e inclusive es esta semana a su vicepresidenta que en campaña era presentada por él mismo como la mejor compañera de fórmula, inteligente e íntegra.
A esto debemos sumar que la semana pasada hubo dos acontecimientos que preocupan ya que se encuadran dentro de esta lógica y tienden a darle volumen político, a profundizarla y propagarla.
Por un lado, se lanzó la Fundación Faro, la cual tiene entre sus objetivos formar líderes políticos y técnicos, librando una “batalla contra la casta”, reivindica las dictaduras, niega la justicia y el acceso colectivo a los derechos humanos fundamentales. A la cena, que tuvo un cubierto de entre 25 y 200 mil dólares, concurrieron los más encumbrado empresarios de nuestro país, que de esta manera dieron cuenta de su alianza política e ideológica con un think thank que promueve las ideas más arcaicas y reaccionarias a nivel mundial. Aval del poder financiero y económico a la violencia y el odio.
Otro lanzamiento fue el de la agrupación “Las fuerzas del cielo”. El evento munido de una estética musolinesca, tuvo discursos también que llamaron la atención hasta de la prensa más adicta al gobierno nacional.”Somos el brazo armado” o “la guardia pretoriana”, causaron asombro y preocupación en gran parte de la sociedad y la dirigencia política, aunque poco hicieron estos últimos al respecto.
Cuando se homologan discursos violentos, llenos de odio, desde las más altas esferas del poder estatal, es muy difícil que esto luego no se propague socialmente.
En las últimas semanas hemos sido testigos de innumerables sucesos que dan cuenta de cómo estos mensajes de odio de la mano de la situación económica acuciante y la mencionada polarización política se conjugan para desencadenar enfrentamientos.
Las corridas de militantes libertarios luego de provocar en movilizaciones opositoras;los enfrentamientos entre militantes universitarios y dirigentes de La Libertad Avanza en la Ciudad de La Plata; las agresiones de militantes libertarios a científicos del Conicet; el delivery venezolano, que al grito de “Viva la libertad carajo” intentó agredir a un chofer de colectivo y terminó golpeado por este; la violencia desatada en un golf club de Pinamar contra una persona, aparentemente por el sólo hecho de estar tomando mate, son algunos ejemplos, como cada una/o de ustedes lectoras, lectores pueden vivir a diario. Esto demuestra claramente, la creciente violencia con la que convivimos, y cada una de estas secuencias tranquilamente podrían ser parte de escenas tarantinezcas.
Como en la película en cuestión, nuestra sociedad, la dirigencia política y fundamentalmente los más altos funcionarios, empezando por nuestro presidente, deberían de empezar a tomar nota de lo complejo de este escenario, del peligro que tenemos frente. Nos encontramos,con diferentes responsabilidades, frente a dilemas, como Jules o Vincent.
La campaña terminó, la calle no son las redes, la vida real no es la virtualidad y de ello deberíamos de darnos cuenta. Y empezar a obrar en consecuencia. Antes de que sea demasiado tarde.