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¿Certezas o unidad?, ¿tradición o agenda woke?,¿falsas antinomias?

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El año pasado vio la luz una película llamada “El Cónclave”. Allí se narran los acontecimientos posteriores a la muerte del Papa, y lo que deviene en torno a la elección de su sucesor. La historia contada desde la perspectiva del Decano, que es quien debe llevar adelante el cónclave para la elección del nuevo Sumo Pontífice, muestra las tensiones entre aspirantes que provienen de diversos lugares del mundo, por sobre todo, con variadas posturas doctrinarias. Antes del inicio de la votación, Lawrence, el protagonista, lleva adelante una homilía, donde si bien se deja plasmada la perspectiva ideológica, la queremos retomar, no por coincidir o disentir con ella, sino para posibilitarnos una problematización.  ”La certeza es el gran enemigo de la unidad; es el enemigo mortal de la tolerancia”…”La Iglesia no es la tradición, no es el pasado, es lo que hagamos en adelante”, plantea, quizás hasta de manera contradictoria y absoluta el Cardenal.

​En momentos de absolutismos, de puras antinomias, de blancos o negros, de amigo o enemigo, de “estás de este lado, o estás en contra y sos un traidor”, retomar estas palabras pueden darnos un buen puntapié para preguntarnos, reflexionar o debatir. O quizás reinterpretar esos postulados para intentar salir por arriba de este laberinto en el que nos han llevado, y nos hemos metido consciente o inconscientemente.

​La película plantea una antinomia entre la tradición y la agenda woke, entre el conservadurismo y el progresismo, y tal vez nos podríamos dar el lujo, al menos por un momento de pensar que alquimia, que unidad, que conjugación es posible, en este caso en perspectiva de un proyecto de país, de provincia o de ciudad. Desde ya hablamos de una propuesta de justicia, y realización colectiva e individual. ¿Algo así como la forma de conseguir Grandeza de la Patria y la Felicidad de nuestro Pueblo? Muy amplio, general, pero para nada abstracto. Creo ningún argentino o argentina “de bien” puede estar en contra de este apotegma.

​¿Como construir el camino hacia ese objetivo, a esa primera certeza? 

Parece insoslayable que debemos generar un proyecto emancipatorio, soberano como instrumento para esa concreción. Y podemos pensar entonces que hay que trabajar para las mayorías (sin olvidar las minorías), de manera plural y democrática. Ya tenemos varias certezas, en torno a lo que deseamos o soñamos. 

En términos ideológicos o doctrinarios este es el piso de certezas que debemos llevar como un librito en nuestros bolsillos. Estos axiomas, criterios o valores son tan profundos como amplios y no van a contramano de un postulado de unidad, no son aspectos contradictorios, en este caso la certeza podría convivir con la unidad. 

Pero es claro también que, salvo estas certezas iniciales y fundacionales señaladas, se debe dar lugar al debate, la discusión, las posiciones más variadas, y esto solamente es posible con tolerancia como plantea el Cardenal. Se enriquece, se construye un mejor camino colectivamente con miradas que contengan experiencias, formaciones diversas. En los tiempos que corren se ha tornado una excepción encontrar personas con una amplia formación, con capacidades por encima de la media, con escucha y constricción al trabajo. Sin embargo, han crecido fuertemente los personalismos, efímeros, inconducentes, perjudiciales para la sociedad.

Sobre ello también debemos de pensar, y actuar. Los personalismos nos alejan del compromiso delegando nuestras responsabilidades; cuando fracasan pocos suelen ser las/os que se hacen caro de su cuota parte. Claramente resulta más cómodo. Pero por otro lado los cultos a la personalidad son tierra fértil para que florezcan la obsecuencia, el autoritarismo, se achatan los debates, acecha el peligro del clientelismo, las polarizaciones inconducentes o conducentes para extraños, la falta de institucionalidad, la corrupción y falta de democracia. Así, los personalismos no comulgan con la unidad y la tolerancia. 

​En el segundo postulado el Decano plantea una antinomia entre tradición y modernidad, entre pasado y futuro. Aquí nuevamente nos encontramos frente al dilema de la posible existencia de una tercera posición, o lo imposible de ella en estos aspectos ¿Cómo adecuar principios o valores tan profundos, muchas veces arraigados a estos tiempos tecnológicos, veloces, deshumanizantes? ¿Y cómo trabajar esto con las nuevas generaciones que muchas veces no creen, piensan o sostienen algunos preceptos que para los que ya peinamos canas son tan claros? ¿Cuánto debe de haber de escucha en estos tiempos, para luego pensar en reformas o transformaciones?

​Cierto es que cuanto más general o superficial es el planteo, más posible llegar a acuerdos, a una unidad en la concepción para pensar en una acción conjunta. Pero al ahondar o ir a aspectos más concretos se complejiza el ida y vuelta de ideas, el debate. Tomemos como ejemplo la reflexión en torno al mundo del trabajo en la actualidad. Nadie puede dudar de lo neurálgico del trabajo como ordenador de la vida de cada uno de nosotros, de lo que significa en términos de la realización personal, pero también lo central en el desarrollo de una comunidad. Ahora bien, ¿el mundo del trabajo, las relaciones laborales, siguen siendo las mismas que las de 1945, la que en los fines del siglo pasado o inclusive las de principio de Siglo?, ¿los jóvenes de la actualidad están forjados en el marco de una cultura del trabajo?, ¿conciben el trabajo, la defensa de los intereses colectivos, de la misma manera que los jóvenes del Siglo XX?, ¿qué aspectos positivos o negativos encontramos en las posiciones actuales?, ¿cómo ven el rol de las organizaciones sindicales? El abordar estas preguntas quizás nos lleve a encontrar un proyecto, modelos o propuestas comunes en post del desarrollo en armonía de la comunidad. ​

​He aquí un contundente ejemplo de lo que trasciende en el tiempo, determinados valores como son el trabajo y la dignidad, la posibilidad del ascenso social, o la justicia social y de desarrollo personal y colectivo que genera. Pero por otro lado deberemos de construir las certezas sobre cómo afrontar esta problemática acorde a los tiempos que corren, cómo hacemos carne aquello de que gobernar es crear trabajo, pero privado fundamentalmente y no Estatal; esto es como se genera más empleo; cómo logramos que cada argentino/a produzca al menos lo que consume. Pero, a su vez, cómo hacemos para cualificar las ofertas de trabajo. ¿Se debe trabajar más o menos?, ¿se produce más o mejores productos explotando a los trabajadores o dándoles mejores condiciones laborales?, ¿podemos seguir legislando las relaciones laborales con la misma Ley de Trabajo? Frente a los que quieren hacer una reforma laboral para volver al pasado donde los derechos laborales casi no existían ¿qué propuesta tienen quienes abrazan la causa nacional, popular?

​De la misma manera podríamos usar este mecanismo de certezas y problematizaciones con el mundo financiero o bancario, con el sistema de salud, con el sistema educativo, con el Rol del Estado, etc. 

Algunas certezas, muchas preguntas, quizás una metodología para los tiempos que corren, quizás muchas falsas antinomias.