“Y ahora, comenzamos este camino: obispo y pueblo. Este camino de la Iglesia de Roma, que es la que preside en la caridad todas las iglesias. Un camino de hermandad, de amor, de confianza entre nosotros. Pidamos siempre por nosotros: los unos por los otros.”
Estas fueron las primeras palabras de Jorge Bergoglio como Papa, y en ellas podemos encontrar gran parte de lo que llevaría a la práctica como Sumo Pontífice. Recién ungido como Vicario de Cristo, pronunció este discurso, que como su nombre, Francisco, fueron sumamente predictivos de su misión papal, un espíritu y una vida sencillas, y con un claro objetivo como era hacer “una Iglesia pobre y para los pobres”.
Apenas asumido, en Brasil invitó a los jóvenes a hacer lío en las Diósecis: ”Quiero que la Iglesia salga a la calle, quiero que nos defendamos de todo lo que sea mundanidad, de lo que sea instalación, de lo que sea comodidad, de lo que sea clericalismo, de lo que sea estar encerrados en nosotros mismos, las parroquias, los colegios, las instituciones son para salir, si no salen se convierten en una ONG ¡y la Iglesia no puede ser una ONG!” Y de esta manera sacudió por primera vez las estructuras eclesiásticas, y sorprendió a buena parte del mundo con estas palabras.
Como Jesús que se rodeó de pescadores, recaudadores de impuestos (usureros) y otros que no eran parte de la élite de la época, más bien todo lo contrario, demostrando que su atención se centraba en aquellos que eran tenidos en cuenta; Francisco propició una Iglesia preocupada y ocupada en los marginados, los más humildes, los desclasados, los inmigrantes, las minorías sexuales, fue uno de los ejes de su papado. Ambos creían firmemente en una Iglesia de Caridad.
De la misma manera Jesús y Francisco coincidieron en ser ejemplos de servicio. Ninguno de ellos se ve como un rey, sino como un servidor, lavando los pies de sus discípulos, de los marginados, enfermos, pecadores, mostrando así, su suma humildad, fuente de la verdadera grandeza, que allí reside y no en el poder o el reconocimiento humano.
La misericordia y el perdón unió también a Cristo y al Santo Padre. Mientras el hijo de Dios nos enseña que el perdón es un principio fundamental de la fe cristiana, que perdonar a los demás como Dios nos perdona es un acto de amor, una fuente de liberación personal y un paso hacia la reconciliación. Que el perdón no es una debilidad, sino una fuerza que nos permite vivir en paz y amor con Dios, y con los demás; Francisco planteaba que “Fuera del perdón, en efecto, no hay esperanza; fuera del perdón no hay paz. El perdón es el oxígeno que purifica el aire contaminado por el odio, es el antídoto que cura de los venenos del rencor, es la vía para desactivar la ira y curar tantas enfermedades del corazón que contaminan la sociedad.”
“Si la Iglesia pone una aduana en su puerta, deja de ser la Iglesia de Cristo”, enfatizó sobre la posibilidad de recibir a lesbianas, gays o trans, algo que el conservadurismo eclesiástico nunca le perdonaría, a lo cual plantearía que “Un conservador es alguien que se aferra a algo y no quiere ver más allá. Es una actitud suicida, porque una cosa es tener en cuenta la tradición, considerar las situaciones del pasado, pero otra es encerrarse en una caja dogmática”.


Jesús no estaba en contra de tener dinero, sino en contra de que el dinero se convierta en el centro de la vida. Su enseñanza principal fue que se debe buscar lo espiritual y usar los bienes materiales para el bien y para ayudar a los demás. En este sentido nuestro Papa hizo fuerte hincapié en que el “dios dinero” crea sociedades inhumanas e injustas y que la verdadera riqueza no reside en los bienes materiales, sino en la relación con Dios y en el amor por el prójimo. “El ser humano está en peligro. En el mundo no manda el hombre, sino el dinero”, sentenció.
El Jesús de la Biblia y el Francisco de nuestro tiempo se identifican con los humildes, los excluidos y los necesitados, mostrando que el camino hacia la vida eterna no pasa por el poder o las riquezas materiales, sino por la austeridad, la humildad, la compasión, la misericordia, el perdón y el amor.
Por último, debemos resaltar que el ecumenismo fue un camino que Francisco transitó con suma nobleza e insistencia. En textos, con sus palabras, pero fundamentalmente con su acción, promovió el ecumenismo a través de sus viajes apostólicos, sus encuentros con líderes de otras iglesias y comunidades religiosas, y sus mensajes y encíclicas. Ha llamado a los cristianos a trabajar juntos por la paz y la justicia, y a ser un signo de unidad para el mundo, no sólo por parte de los expertos teológicos, sino también a la gente común que vive su fe en la vida cotidiana. Ha llamado a los cristianos a buscar la unidad no sólo en la doctrina, sino también en la vida, en la caridad y en la misión. El Papa también ha enfatizado la necesidad de un ecumenismo que se ponga en práctica, sin esperar respuestas desde arriba, sino que se proponga desde abajo, desde la vida y el testimonio de los creyentes.
Por mucho de esto, y de la misma manera que algunos discípulos no entendían las parábolas y enseñanzas del Hijo de Dios, ni llegaron a comprender completamente el alcance de la misión redentora de Jesús, ni la naturaleza de su sacrificio; muchos de los coetáneos de Francisco no dimensionan su verdadero espíritu y las transformaciones que ha llevado adelante en Cristianismo. Un Papa que revolucionó y conmoviógratamente a creyentes y también aquellas personas ajenas a la religión, a la fé. Por ello , quizás también gestó odio y rencores en el conservadurismo religioso y laico.
Su trascendencia, en términos de la importancia, pero fundamentalmente de lo que perdurará su papado y legado en el tiempo, harán lo suyo.