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Pipinas, historia de resistencia: del cierre de la fábrica al cooperativismo como alternativa

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José María “Topo” Díaz, tesorero de la Cooperativa Pipinas Vivas, compartió una profunda reflexión sobre la situación actual del pueblo bonaerense de Pipinas, que vivió una nevada inusual y, con ella, el recuerdo de viejas postales y viejas heridas.

En primer lugar se manifesto sobre el hecho de la naturaleza que vivió a principio de semana “fue una especie de agua-nieve que nos hizo rememorar el 2007, cuando la nevada destruyó todo. Esta vez no fue igual, pero trajo esas sensaciones, y el video se viralizó, llegó a canales de Irlanda, y hasta lo replicó gente del pueblo”, expresó.

Pero más allá del fenómeno climático, lo que vuelve a ponerse en debate es la realidad estructural de los pueblos del interior, históricamente golpeados por políticas neoliberales que comenzaron en la dictadura y se profundizaron en los 90. Pipinas, fundado en 1913, tuvo su auge con la fábrica de cemento Corcemar, luego absorbida por Loma Negra en 1991, lo que significó el inicio de su declive. “Pensamos que la compra de Loma Negra iba a ser beneficiosa, pero en realidad fue para cerrarla y eliminar competencia. Pasamos de 350 trabajadores a solo 42 en menos de una década”, recordó Díaz.

El cierre de la fábrica en 2001, sumado al desmantelamiento del ferrocarril en 1977-78 y al mal estado de las rutas, terminó de asestar el golpe final a una economía local que no se recuperaba. “Nos pasaron las tres cosas que destruyen al interior: cierre de ramales, fábricas y rutas. La gente emigró por falta de trabajo”, agregó.

Frente a ese panorama, nació la Cooperativa Pipinas Vivas, un grupo de vecinos y vecinas que decidieron quedarse y luchar por el pueblo. “Nos organizamos y recuperamos el viejo hotel de la fábrica y el club Corcemar. Queríamos generar trabajo genuino para que la gente se quedara en el lugar donde nació, y lo hicimos a través del cooperativismo, como una alternativa al modelo capitalista que solo expulsa”, señaló el dirigente.

En 2013, un nuevo impulso llegó con el proyecto espacial Tronador II, cuya base de fabricación se encuentra a 8 km de Pipinas. “En esa época, hasta había un cine que mostraba el proyecto, vendíamos souvenirs, venía gente de todas partes. Fue una etapa de mucho trabajo para jóvenes y para toda la comunidad”, recordó Díaz. Pero con el cambio de gobierno en 2015, el proyecto se frenó: “Echaron 100 personas de un día para el otro. Nosotros perdimos convenios de alojamiento y viandas. Tuvimos que cerrar el hotel de lunes a jueves para poder sostenerlo”.

Durante el gobierno de Alberto Fernández, con el apoyo a la ciencia y el turismo, comenzaron a recuperarse algunas actividades. “Recibimos al equipo nacional de taekwondo, entre otros. Siempre decimos que estamos iluminados, porque después de cada crisis, algo nos ayuda a sostenernos y seguir adelante”, afirmó.

La cooperativa no sólo sostiene el hotel, sino que también trabaja en red con otras experiencias, incluso a nivel académico. “Estamos en contacto con universidades como la UNQUI, Lanús, y otras del exterior. Ayudamos a crear otras cooperativas como Tapalté, en un hotel municipal, siguiendo nuestro modelo”, comentó.

El testimonio del “Topo” Díaz no es sólo una crónica de lucha, sino también una radiografía de lo que ocurre en muchos pueblos del interior argentino: el impacto directo de decisiones políticas nacionales, la falta de infraestructura y la necesidad de organización colectiva para sobrevivir.