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Independencia, soberanía y palabras bastardeadas: pensar el 9 de julio en tiempos de Milei

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En medio de un presente político convulsionado, la conmemoración del 9 de julio vuelve a abrir interrogantes profundos sobre el sentido de la independencia y los valores que fundaron la nación argentina. En diálogo con FM TresCiudades, el docente y analista Germán Uarte propuso una mirada crítica y sentida sobre los orígenes de la patria y sus resonancias en la actualidad.

“Ese 9 de julio de 1816 no es la independencia de la Argentina como hoy la conocemos”, aclaró de entrada, porque “todavía no existía el Estado argentino, y la república como tal se empieza a constituir recién con la sanción de la Constitución de 1853. Sin embargo, el 9 de julio y la Revolución de Mayo funcionan como mitos fundantes de la argentinidad”.

Una aclaración que permite observar el presente con otra lente, con disputas abiertas por el sentido de conceptos clave como soberanía, Estado y libertad. Y en ese terreno, el contraste con el presente es inevitable.

“La palabra libertad ha sido bastardeada”, reflexionó el historiador, “nos la robaron, nos quitaron no sólo colores y símbolos, sino también conceptos que son esenciales. Hoy se grita ‘¡Viva la libertad!’, pero lo que se está promoviendo no es una libertad solidaria o soberana, sino una libertad que se ejerce a costa del otro”.

Frente a ese uso degradado, propuso una lectura más compleja y fundante, como lo es la libertad como soberanía, entendiendo que “la soberanía es la capacidad de decidir sin estar sometidos a otro poder, pero también de restringirme si mi acción puede dañar a otros. La libertad, entonces, no es hacer lo que quiero sin consecuencias, sino poder decidir y, a la vez, cuidar. Eso no se ve en este gobierno”.

Otra de las cuestiones a tener en cuenta es que muchos de los hombres que protagonizaron la independencia de 1816 no se enriquecieron en cargos públicos. Belgrano, Castelli, San Martín, murieron en la pobreza o en el exilio, y eran figuras con fuerte vocación pública. “Hoy la política está profesionalizada, convertida en forma de vida para reproducir privilegios”, recalcó.

“Cuando se fundó el Estado argentino, fue para organizar derechos y generar equidad. Hoy se propone su destrucción, con un discurso de libertad individual que encubre una concentración de poder y de riquezas”, agregó.

En este punto citó a Juan Bautista Alberdi, referencia habitual del oficialismo, para señalar una contradicción flagrante: “Alberdi decía que no hay libertad sin equidad. Y lo decía usando esa palabra, equidad, que es mucho más compleja que igualdad. La equidad implica que el Estado intervenga para nivelar. Si el presidente dice que vino a destruir el Estado, entonces está destruyendo también esa idea de libertad”.

Hacia el final de la entrevista, recuperó una imagen que atraviesa generaciones, la casita de Tucumán. “Esa casa en la que se firmó la independencia era en realidad una casa grande, con dos patios. Pero todos la recordamos como ‘la casita de Tucumán’, la dibujamos en la escuela, la pintamos. Me gusta pensar que de un lugar sencillo pudo surgir un proyecto político tan grande. Y preguntarnos hoy: frente a la restricción de derechos y libertades, ¿qué hacemos nosotros como ciudadanía?”

De esta manera, la conversación cerró con una certeza compartida, el sentido de ver a la historia desde otro lugar y no como un simple anecdotario. Como una herramienta para pensar mejor el presente y para disputar sentidos. En tiempos donde se bastardean palabras fundamentales, invitó a recuperar la historia como ejercicio político, una forma profunda de defender la independencia.

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