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Debido a la crisis en el sector frutícola productores advierten sobre un colapso inminente

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La Federación Nacional de Fruticultura (FENAFRUT), espacio que agrupa a productores, transportistas, puesteros, cámaras, cooperativas e industrias, emitió un duro diagnóstico sobre la situación del sector frutícola en la Argentina. En una declaración reciente, señalaron que el modelo económico impulsado por el gobierno nacional “no tiene horizonte productivo”, y que sus efectos ya se sienten en cada rincón del país: quebrantos, cosechas sin levantar, industrias paralizadas y un futuro incierto.

La apertura comercial sin regulaciones, con aranceles prácticamente eliminados, permite el ingreso masivo de alimentos del exterior a precios más bajos que los nacionales. A esto se suma la caída del consumo interno y el congelamiento del precio que reciben los productores, pese al aumento de los costos en energía, transporte e insumos. “Nos están pagando lo mismo que hace un año. Pero todo subió”, describieron desde el sector.

Uno de los ejemplos más críticos es el del tomate para industria, cultivado principalmente en Mendoza y San Juan. Hoy, los productores cobran entre $100 y $112 por kilo, el mismo precio que el año pasado, cuando los costos no bajan de $120. Las industrias que no tienen contratos prefieren importar pasta de tomate desde Chile o China, donde el producto llega hasta un 15% más barato. La consecuencia: para 2026, se estima una reducción del 40% en la superficie cultivada, de 8000 a 5000 hectáreas.

Pero el fenómeno no se limita al tomate. Según FENAFRUT, las importaciones de papa aumentaron un 6800%, lo que afecta directamente a productores de Buenos Aires. También ingresan naranjas de Egipto, cebollas de Holanda, carne de cerdo y vacuna de Brasil, y hasta yerba de Paraguay.

El cambio, además, no es sólo económico. “Estamos importando productos que hacen a nuestra cultura alimentaria. Es parte de la identidad argentina lo que está en juego”, alertó Milagros Barbieri, especialista en políticas agroalimentarias. La carne argentina, símbolo nacional, ya empieza a ser reemplazada en hamburguesas y productos procesados por cortes más duros y baratos del exterior. En abril se importaron 1500 toneladas de carne vacuna y 6000 de carne porcina.

La lógica de fondo, es la de un modelo que “exporta materia prima e importa alimentos elaborados”. En vez de generar empleo en las regiones productivas, se traslada la producción a otros países. Sólo en el primer trimestre de 2025, el gasto en importaciones de alimentos fue de 781 millones de dólares, con un aumento interanual del 152%.

La FENAFRUT inició una ronda de reuniones con el Ministerio de Desarrollo Agrario de la provincia de Buenos Aires, pero admiten que “la llave está en Nación”, ya que las decisiones sobre comercio exterior, dólar e importaciones exceden la competencia provincial. Por ahora, el objetivo es visibilizar la situación y construir alianzas con otros sectores.

“No vemos voluntad del gobierno nacional de modificar esta política, por eso es clave lograr apoyos políticos, institucionales y sociales que permitan frenar el colapso”, apuntaron. Mientras tanto, el tejido productivo que sostiene la soberanía alimentaria y la vida en las provincias, se sigue deshilachando.