El panorama financiero argentino atraviesa semanas de creciente inestabilidad, con un mercado en alerta que anticipa dos meses muy complicados hasta las elecciones de octubre.
Los indicadores reflejan la presión; las acciones argentinas en Wall Street cerraron a la baja, los bonos descendieron, el riesgo país volvió a superar los 800 puntos y el dólar se mantiene en una franja de fuerte volatilidad entre los $1300 y $1450. Los contratos de futuros ya descuentan que la divisa superará los techos de la actual banda cambiaria después de los comicios.
En paralelo, el Gobierno enfrenta vencimientos de deuda de gran magnitud, unos $7 billones esta semana, y viene utilizando mecanismos como el aumento de los encajes bancarios, permitiendo que se cubran con títulos públicos para asegurar liquidez en las licitaciones. La estrategia apunta a retirar pesos de la plaza y contener la presión cambiaria, pero genera tensión con el sistema financiero, que necesita liquidez.
La incertidumbre política y los escándalos recientes también suman presión sobre las expectativas, un factor clave para los mercados. Aunque la inestabilidad externa contribuyó al mal desempeño bursátil global, en el caso argentino el efecto se amplifica por la fragilidad macroeconómica y la desconfianza.
En cuanto a la inflación, las mediciones privadas marcan que los precios de alimentos registraron un alza cercana al 3% en agosto, lo que ubica un piso de 2% mensual solo en ese rubro. Esto contrasta con los objetivos oficiales de desacelerar la suba de precios, lo que enciende dudas sobre el impacto que tendrá la dinámica cambiaria en los próximos meses.
El horizonte electoral agrava las tensiones. El esquema de bandas cambiarias luce cada vez más difícil de sostener, y el mercado descuenta la posibilidad de un cambio en la política cambiaria después de octubre, incluso en caso de un resultado favorable para el oficialismo. En ese contexto, crecen las especulaciones sobre eventuales movimientos en el gabinete económico, con la figura de Luis Caputo bajo presión y la posible llegada de Federico Sturzenegger como alternativa de recambio para mantener la relación con el Fondo Monetario Internacional y los Estados Unidos.
Otros datos recientes confirman el deterioro del panorama: el turismo receptivo se desplomó por la pérdida de competitividad, mientras que más argentinos viajan al exterior, aumentando la demanda de divisas. Esto convive con un escenario social marcado por el encarecimiento del consumo básico y la creciente desigualdad.
Con una economía en tensión, un dólar difícil de contener y la inflación en ascenso, el Gobierno enfrenta un desafío crítico, atravesar los próximos dos meses sin que la crisis financiera se profundice al calor de la campaña electoral.