Por Enrique Arriaga
El contundente resultado electoral en la provincia de Buenos Aires acelera el proceso de descomposición en el que está sumido el gobierno nacional. Independientemente de cuál sea la salida institucional de la crisis, comienza ahora una etapa de máximo riesgo para el país, que obliga al peronismo a actuar con enorme responsabilidad. A continuación, tres elementos a considerar.
Uno, no cabe esperar reflejos de un gobierno que hasta acá fue sordo y ciego. Hace ya algunos meses que la sociedad y la política le envían señales al gobierno, desde las derrotas legislativas a la elección correntina. Nada de esto generó una mínima corrección.
Por el contrario, en un gobierno amateur, la respuesta consistió en apartar a Santiago Caputo, el único que entiende algo, del círculo donde se toman las decisiones, con los resultados a la vista.
El discurso del presidente, innecesariamente expuesto en un bunker vacío (otro síntoma de mala praxis), sólo confirmó este divorcio de la realidad: “cometimos errores” pero “el rumbo no se toca”. ¿En qué quedamos? ¿Entonces? ¿A fines de octubre los desencantados de Milei serán menos que hoy? ¿Cómo y porqué? ¿Cómo reaccionará ante los próximos reveses un gobierno que ya se mostró violento y autoritario, ahora que además está asustado?
Dos, de la interna al fratricidio. Es sabido que la victoria es centrípeta y la derrota es centrífuga. Lo que está por verse es cómo impacta una derrota catastrófica en un gobierno que ya venía totalmente roto. Es sabido que Milei es Karina dependiente, que ella choca todo lo que toca y que eso le ata las manos a la hora de intervenir seriamente en cualquier asunto: las coimas son de los Menem y la derrota es toda de Pareja. ¿Alcanzará con un par de chivos expiatorios?
Como sea, no parece el mejor escenario para modificar el rumbo a seis semanas de las elecciones nacionales. A la vez, cuesta imaginar que algún jugador de peso esté dispuesto a sumarse a un equipo cuyo futuro está más cerca del descenso que de la Champions League. Del otro lado, el peronismo lució entero, hasta con audio de Cristina, en el escenario de La Plata, pero la fragilidad persiste.
“Para Axel la conducción” no fue el cántico más oportuno. El gobernador, tras sortear una parada más que difícil, ya comenzó a recibir el apoyo de gobernadores y dirigentes peronistas de otras provincias, que lo reconocen presidenciable. Deberá hacer equilibrio, entre esos “amigos del campeón” que se ganó por emanciparse de Cristina y terminar de recomponer la relación con CFK.
Tres, el tiempo lo pone la economía. Para el 2027 falta un siglo. La elección nacional también está lejos. Cada día parece una semana, cada semana parece un mes, pero no sólo para el gobierno.
Especialmente para los trabajadores, cuyos ingresos vienen perdiendo contra la inflación desde la llegada de este gobierno, para los empresarios que le venden al mercado interno, que desapareció por la crisis de ingresos, o para los que exportaban y hoy están desfasados de su competencia, muy caros para el mundo por el dólar barato. Para los comerciantes que, con la caja, no llegan a cubrir costos operativos.
La situación de las mayorías es insostenible ya hoy, con el dólar rondando los 1400 pesos. ¿Qué pasará cuando finalmente ocurra la devaluación, que nadie imagina menor al cuarenta por ciento? Y, cuando llegue ese escenario, para nada disparatado, ¿quién será el piloto de tormentas? Conclusión: para el peronismo, llegó la hora de la madurez.