Cada elección en Argentina no sólo convoca a la ciudadanía a las urnas, también activa la memoria histórica de un proceso que atravesó transformaciones profundas a lo largo de dos siglos. El sufragio, que hoy se ejerce con boleta única y padrones digitalizados en varias provincias, comenzó con mecanismos rudimentarios y excluyentes.
En la provincia de Buenos Aires, el voto se institucionalizó en 1821 con restricciones de género y clase que limitaban la participación política. Décadas más tarde, en 1857, la Confederación sancionó la primera ley electoral moderna, que favorecía a las listas mayoritarias y consolidaba prácticas poco transparentes como el voto cantado. Estas dinámicas marcaron la vida política del siglo XIX, en un escenario donde el poder se resolvía más por la presión que por la expresión libre de la ciudadanía.
El radicalismo emergió como fuerza decisiva en la lucha contra el fraude y la falta de representatividad. Ese proceso desembocó en 1912 con la sanción de la Ley Sáenz Peña, que estableció el voto universal (masculino), secreto y obligatorio. Cuatro años más tarde, Hipólito Yrigoyen accedía a la presidencia inaugurando una nueva etapa democrática.
La conquista del sufragio femenino en 1947, impulsada por Eva Perón, significó otro punto de quiebre. Desde entonces, la ampliación de derechos y la inclusión de las mujeres en la vida política consolidaron un sistema electoral más representativo.
El tiempo también transformó las costumbres ligadas a la jornada electoral. En sus orígenes, las mesas eran escenarios de largas esperas donde se compartían comidas, bebidas o incluso “incentivos” para orientar el voto. Con el correr de los años, esas prácticas se desdibujaron y dieron lugar a procedimientos más estrictos, aunque no exentos de desafíos como el robo de boletas o la manipulación de actas.
La implementación de la boleta única en varias provincias marca una nueva etapa en este recorrido. Este mecanismo busca garantizar mayor transparencia y simplificar el conteo, reduciendo las posibilidades de irregularidades.
A más de doscientos años de aquel primer sufragio bonaerense, el sistema electoral argentino condensa una historia atravesada por disputas, reformas y conquistas sociales. Cada comicio renueva autoridades, y reactualiza esa memoria colectiva que sostiene la vida democrática del país.
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