La Argentina atraviesa una de las crisis económicas y sociales más duras de las últimas décadas. Aunque las cifras oficiales del primer semestre de 2025 exhiben una baja en los niveles de pobreza e indigencia —31,6% y 6,9% respectivamente—, los reparos metodológicos de economistas y centros de investigación advierten que la realidad es mucho más grave de lo que muestran los informes del gobierno.
Según el análisis de la consultora Equilibra, la corrección por ingresos subdeclarados y la actualización de la Canasta Básica Total (CBT) arrojan un dato inquietante: la pobreza treparía al 43,3%, casi nueve puntos por encima de lo informado por el INDEC. En la misma línea, el sociólogo Agustín Salvia (UCA-CONICET) sostiene que la fuerte caída publicada por los organismos oficiales se explica más por cambios en la forma de medir que por una verdadera mejora en los ingresos de los hogares.
El trasfondo de la discusión es metodológico pero tiene consecuencias palpables. La estructura de consumo que se utiliza para calcular la CBT sigue subestimando el peso real de los servicios y el transporte, rubros que durante la gestión libertaria aumentaron por encima de los alimentos. El resultado es que miles de familias aparecen estadísticamente fuera de la línea de pobreza, cuando en los hechos siguen sin poder cubrir los gastos básicos para subsistir.
La aparente mejora del salario de trabajadores no registrados —31,6 puntos porcentuales arriba respecto al año pasado— responde en gran medida a un ajuste técnico en la Encuesta Permanente de Hogares y no a un verdadero crecimiento del poder adquisitivo. Al mismo tiempo, el Salario Mínimo Vital y Móvil perdió terreno frente a la inflación y se ubicó por debajo de los niveles del 2024.
El deterioro de las transferencias sociales es todavía más marcado. La Tarjeta Alimentar permanece congelada en $52.250 desde junio de 2024, lo que provocó una pérdida real de más del 20% en el último año. Los planes sociales, paralizados en $78.000 desde enero de 2024, acumulan un desplome del 75% en dos años. Las jubilaciones mínimas, incluso con bono, apenas muestran un respiro frente al derrumbe del 2024, pero siguen muy por debajo de los niveles previos.
Los números permiten dimensionar la fragilidad de la supuesta “recuperación”. La mediana salarial aún no logra superar la línea de pobreza y se mantiene por debajo de la CBT, con lo cual incluso un trabajador promedio sigue sin alcanzar un nivel de vida digno.
El panorama para lo que resta del año tampoco es alentador. El mercado espera un salto del tipo de cambio luego de las elecciones legislativas, lo que impactaría de lleno en los precios de los alimentos. De confirmarse ese escenario, los ingresos volverán a perder contra la inflación y la pobreza podría pegar un nuevo salto.
Lejos de los discursos oficiales, lo que muestran las estadísticas corregidas es que la Argentina de 2025 continúa atrapada en una realidad paupérrima: una economía estancada, salarios que no alcanzan y un entramado social cada vez más castigado. Detrás de los porcentajes y tecnicismos, lo que crece es la desigualdad y la desesperanza de millones de familias que ya no discuten cómo progresar, sino cómo llegar a fin de mes.