Llueve, y el agua golpea los techos como si marcara el ritmo de un entrenamiento. En el Polideportivo Papa Francisco el piso todavía está fresco, pero adentro el calor se junta en los cuerpos que se mueven, respiran, se preparan. Hay un ring, guantes gastados, sogas que oscilan, y una fila de pibes esperando su turno, que no están ahí por casualidad. Alguien les sostuvo la cuerda para cruzar.
Ese alguien es Rodrigo Escasena, de 38 años, profesor de la escuela municipal de boxeo en el Club del Carmen y en el Papa Francisco. Llegó al deporte a los 15, cuando todavía buscaba acomodar la fuerza, el carácter, la calle y la vida. Encontró disciplina. Encontró un orden. Encontró, también, una forma de estar.
Hoy enseña lo que aprendió, que el boxeo no es piña y enojo, es ritmo, concentración, paciencia y respeto; que antes de subir al ring hay que aprender a estar parado, que la pelea empieza mucho antes del campanazo.
El pasado sábado 18 de octubre se realizó el sexto Festival de Boxeo Ciudad de Berisso. Participaron gimnasios de Ensenada, La Plata y distintos barrios de la ciudad. Hubo más de cuarenta exhibiciones y diez peleas.
De los espacios donde Rodrigo entrena salieron varios chicos a exhibir y dos a pelear. Uno de ellos, debutando, ganó por nocaut, otro se trajo el cinturón de Berisso.
Lo que ahí se celebra no es un título sino un trayecto; en el Papa Francisco llegan pibes de todas las edades, muchos buscando algo simple y enorme a la vez, un lugar donde poder quedarse. Algunos llegan con timidez, otros con bronca, otros con miedo, pero encuentran una rutina, guantes que se comparten, palabras que acompañan, una respiración que se ordena.
El boxeo es exigente, obliga a hacerse cargo de una parte de uno mismo que, a veces, nadie ayuda a mirar. Por eso es ahí, en ese ring pequeño que se arma en un barrio de Berisso, donde muchos pibes descubren una salida que no siempre estaba escrita.
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