A partir del 1° de julio entra en vigencia el quinto aumento del transporte público en lo que va del año; una medida que vuelve a afectar directamente a quienes utilizan el servicio a diario, ya sea para ir al trabajo, a la escuela o a la Universidad. La explicación oficial sobre el ajuste apunta a “garantizar la continuidad de los servicios y mejorar la calidad”, aunque la percepción en la calle parece ir por otro lado.
En una recorrida por distintas paradas de colectivos, vecinos y vecinas compartieron sus opiniones. Ante la pregunta “¿Notaste alguna mejora en el servicio?”, las respuestas fueron tajantes:
—“La verdad que no.”
—“No, por ahora no.”
—“Yo vivo en El Carmen. Si perdés uno, tenés que esperar mucho. Hasta una hora.”
En varios testimonios se repite la misma sensación: largas esperas, frecuencias irregulares y escasa información. Si bien algunos aseguran que no viajan con frecuencia, quienes sí dependen del transporte expresan su malestar con el servicio.
Sobre los descuentos a través de la Tarjeta SUBE, una jubilada explicó que “con el descuento, el boleto mínimo está 400 pesos. Ida y vuelta son 800 pesos. Pero no lo puedo pagar todos los días. Viajo dos veces por semana, porque si no me sacan los descuentos.”
La situación refleja una tensión creciente entre el costo del servicio y las condiciones en las que se brinda. Con cada nuevo aumento, la pregunta vuelve a instalarse: ¿cuándo llegará la mejora prometida? Mientras tanto, para muchas personas, tomar el colectivo sigue siendo una necesidad que se vuelve cada vez más difícil de afrontar.