En Cueste lo que Cueste dialogamos con Arenita, quien lleva adelante la iniciativa Jauría al fin del mundo, una red de sostén que lleva cinco años de funcionamiento dedicado al rescate y cuidado de animales.
Aunque muchos la confunden con una ONG o un refugio, la entrevistada aclaró que es en su propia cada donde vive con los animales que puede criar. “No soy una institución. Soy una persona haciendo cosas con afinidades”, resumió.
Su labor lleva casi dos décadas, y desde hace cinco años canaliza esa tarea a través de Jauría al fin del mundo, una red autogestiva nacida en plena pandemia. “Tuve que pasar lo que hacía en la calle a un espacio virtual; ya no se podía salir, y no quería dejar de sostener esta causa”, explicó.
Con lenguaje directo rechazó la narrativa de la lástima que suele circular dentro el activismo, porque “no quería más eso de ‘hola, soy Pepito, me abandonaron’. Hay otra forma de llamar al compromiso; meterle un poco de fuerza, de verdad”.
De todos modos, su trabajo cotidiano no se limita al rescate, también enfrenta situaciones complejas, sobre todo en un contexto como el de Berisso, donde abundan los llamados “animales semi-abandonados”, que básicamente “son los que tienen ‘dueños’ pero están completamente dejados. Y eso es muy difícil de abordar”.
Entre los casos más delicados se encuentran los de perros considerados peligrosos, como los Pitbulls o los Shar peis. “En realidad, se hace lo que se puede, muchas veces no hay solución. El pitbull no es agresivo por naturaleza, pero sí es muy fuerte, pero el verdadero problema es cómo el humano transmite su miedo, su violencia. En mi experiencia, el Shar pei es incluso más agresivo con la gente”, señaló.
Sobre el final de la nota, planteó dos compromisos clave que deben ser asumidos de manera urgente: “Uno, dejar de comprar animales. Dos, dejar de tener un animal como si fuera un adorno, porque tenemos que entender que hay un problema de sobre población y que nosotros somos responsables. También comprometernos con quienes los rescatan, porque esto no lo hace el Estado, lo hace la gente”.

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