Los índices de precios mantienen una tendencia ascendente desde mayo, y el dato de octubre volvió a ubicar la inflación mensual en 2,3%. Aunque los registros se mantienen por debajo del 3% desde marzo, la pendiente es creciente; luego del 1,5% de mayo, impulsado por la baja de los combustibles, se sucedieron incrementos de 1,6% en junio, 1,9% en julio y agosto, 2,1% en septiembre y 2,3% en octubre.
Para noviembre, las primeras mediciones privadas anticipan una mayor presión sobre los alimentos. Las consultoras reportan que las subas en la carne están siendo determinantes y explican el repunte del rubro. El encarecimiento se vincula, según especialistas, a un proceso de mayor incentivo exportador, una reducción del ganado en pie y movimientos en la oferta interna que generan faltantes de cortes de alto consumo. En paralelo, se registra un descenso del consumo que impacta de forma desigual en los distintos segmentos del mercado.
Aunque los datos generales de inflación continúan en niveles relativamente bajos, la dinámica inflacionaria de los alimentos amenaza con subir los indicadores de indigencia y pobreza, ya que en esas canastas el peso de la comida es sensiblemente mayor que en el índice promedio.
A su vez, los últimos registros del INDEC muestran que los salarios se ubican por debajo de la inflación. En septiembre, los ingresos de los trabajadores registrados crecieron 1,4% y los del sector público apenas 1,1%, muy por debajo del 2,1% relevado para ese mes. Esta brecha se viene ampliando desde hace meses y consolida una pérdida sostenida del poder adquisitivo. La política salarial nacional sigue marcada por paritarias pisadas y aumentos que no acompañan el ritmo de los precios.
En el frente cambiario, el dólar blue se mantiene estable y sin demanda significativa, luego de semanas de oscilación que incluso lo habían dejado por debajo del tipo de cambio oficial en algunos días. Con un nuevo escenario económico tras las elecciones, la dolarización de carteras perdió intensidad y el Gobierno redujo la intervención en el mercado. Tanto importadores como exportadores retomaron comportamientos más previsibles, lo que contribuyó a la estabilidad del tipo de cambio informal.
En este contexto, el debate público se concentra ahora en el acuerdo, todavía sin detalles completos, entre Argentina y Estados Unidos vinculado al swap de financiamiento por 20.000 millones. Analistas advierten que este tipo de entendimientos suele favorecer más a la economía estadounidense que a la argentina, especialmente por la asimetría comercial entre ambos países.
También señalan que la expectativa de que los acuerdos generen un ingreso masivo de productos más baratos es infundada, ya que buena parte de la producción tecnológica global proviene de China, y eventuales restricciones a las compras al gigante asiático podrían incluso encarecer precios internos. Además, la capacidad de Argentina para ampliar sus exportaciones hacia el mercado estadounidense es limitada, lo que genera riesgos de pérdida de empleo en sectores locales.
La combinación de inflación sostenida, deterioro salarial, presión en alimentos y un dólar estable pero con baja actividad configura un escenario económico de fragilidad, donde cualquier variación en el consumo o en los precios internacionales puede alterar la estabilidad lograda durante los últimos meses.
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