Diego Presa, nacido en Montevideo en 1975, es un músico y compositor con una carrera de dos décadas, caracterizada por quince obras editadas y actuaciones frecuentes tanto en Uruguay como en Argentina.
Su versatilidad se manifiesta en proyectos solistas y colaborativos, como Buceo Invisible, un colectivo interdisciplinario que co-fundó en la década de los 90, donde participa como cantante, guitarrista, compositor y arreglista.
Se destaca su colaboración con la artista argentina Julieta Díaz, iniciada en 2021, que ha resultado en la creación de dos álbumes que fusionan poesía y música.
Además, Presa fue miembro del trío acústico El Astillero, junto a Garo Arakelian y Gonzalo Deniz, con quienes lanzó dos discos y ofreció más de cincuenta conciertos en cuatro años.
Como solista, ha lanzado seis álbumes y ha mantenido una presencia constante en el escenario en vivo.
Su dedicación y talento han sido reconocidos con varios Premios Graffiti a la Música uruguaya, así como con el elogio de la crítica especializada.
Tal como lo describe Gabriel Plaza, la música de Diego Presa es como el fogonazo de un disparo en el medio de la noche, esa luz brillante que permite ver lo que no se había visto hasta ese momento, o la catarsis de madrugada frente al cáliz rojo de un vino intenso.
Flor abierta, su nuevo álbum solista expande su universo cancionístico. Hay una transformación entre aquel trovador de su anterior disco cuya matriz se anclaba en el folk, y este compositor de madurez pop, que puede caminar por los bordes de una Montevideo alternativa con elementos del post punk, la new wave, la balada rock metafísica a lo Leonard Cohen, el pop rock armónico heredado de The Byrds, y el romanticismo de un juglar medieval de tono confesional.
La nueva producción de Diego Presa, es un viaje por la ruta de sus pensamientos más íntimos. La crónica desvelada tras una caminata nocturna o el poema que aparece al alba. Es la mitología griega encarnada en el personaje de Narciso, o el salto de fe que despierta el fuego religioso de Juana de Arco. Es la naturaleza salvaje, la imagen de un cardenal que da un respiro frente al avance del capitalismo y el desmonte, o el lirio federal como metáfora del perfume del deseo. Es la pregunta, la duda, el rostro animal de infinita ternura. Es el misticismo y el éxtasis peleándole a la falta de horizonte, al precipicio al final del camino.
Son once canciones, donde el sentimiento en carne viva, la emoción verdadera, se traduce a una obra reflexiva, que ofrece otro punto de vista sobre las cosas, como ese rayo de luz que renueva un paisaje viejo.
Flor abierta, en definitiva, es un manifiesto sobre las cosas importantes de este misterioso mundo. Ahí está el testigo que descubre la flor entre la grieta de una ciudad amurallada, el poeta que atrapa el éxtasis del amor, el profeta que canta desde la montaña, y el peregrino que duda y no sabe a donde terminará el camino. Ahí está el trovador que reconoce a su ángel y a su demonio, y el hombre que mira a los astros y a los bichos del campo. Ahí está el que bendice con su canto a las almas acorraladas por la ansiedad y la depresión, el que eleva una plegaria por este mundo bello y duro. Ahí está, Diego Presa, el cantor, el poeta, el caminante, escribiendo sobre la existencia, el amor y la fe, mientras levanta una copa de vino por los muertos y por los vivos.
Dónde estamos
Cabo verde y la Merced,
Ensenada, Buenos Aires (1925)