Y la noche no podía iniciarse de manera más auspiciosa y premonitoria que con el rosarino Tiago, que guitarra a cuestas, con un puñado de intrépidas canciones y una enorme actitud, amenizó la previa cautivando al público de la cantante francesa.

Se apagan las luces cerca de las 21.30, el escenario se ilumina junto a la banda y los primeros acordes de “De couleurs vives“  dan paso a esa voz tan particular que tiene Isa, pero su silueta no se nos presenta, hasta que un reflector nos ayuda a individualizarla, como metáfora de su carrera, ella, saliendo de la tribuna, del pueblo, como recién llegada de la calle canta” …cada uno hace lo mejor que puede…Quiero vivir, reír, libre. Soy una mujer de colores brillantes. Y eso significa que todo lo que quiero (es) vivir, reír, libre”.  Todo un mensaje inicial, una carta de presentación de la noche que estaba empezando.

La emotiva perplejidad inicial dio lugar a “Image”, una hermosa convocatoria músical a forjar nuestro propio destino, al amor, a soñar “con un mundo más dulce que este”, con una melodía tan esperanzadora como su poesía. Imposible no remitir a Lennon a esta hora de la noche.

Y si hiciera falta anticipar algún otro documento de identidad artístico y humano, con “Si jamais j’oublie”, y “Qué vendrá” ZAZ nos deja en claro que no quiere mover los pies del suelo, salvo en el escenario, donde parece flotar, sonriente, lejos de la impostura o los movimientos de coreografía, a bordo de su voz tan particular.

La versatilidad de esta artista tan lùdica como profesional, nos lleva de la mano a disfrutar a un dueto de piano y vos para escuchar la bella “Ma Valse” y entender porque la linkean a Piaf desde  sus inicios, pero a los segundos nos invita a disfrutar del swing jazzero de “Les passants” con una banda tan versátil como contundente, con cinco músicos que durante toda la noche sonarían como orquesta.

Luego se sucederían “Si j’amais”, “Tout la haute”, “Et le reste”, de su último trabajo ,y el clásico “Eblouie para la nuit”, dando lugar a un momento de heridas con final feliz, donde ZAZ  despliega su particular y quebradiza voz. ”On Ira” y “Cette journie” se hicieron presentes para que el público primero canturree y luego sea protagonista en un ida y vuelta que deja en claro el magnetismo mutuo que existe entre el público local y la artista francesa.

Y de la eléctrica y mestiza “Serependia”, se viajó a los años 30 con “Comme ci coome ca”, “París seras toujour”o ”Le loung de la route”; y hubo lugar para versiones conmovedoras de  “Dans ma rue” o “La Vie en Rose” o el bolero “Esta tarde vi llover” en castellano. 

Y ya no sólo flotaba ZAZ arriba de las tablas, todo el Luna lo hacía, para explotar con “Je Veux” su carta de presentación con el mundo y con el éxito comercial, que puso a bailotear hasta la más encumbrada timidez. 

En época de materialismo absoluto, de mercantilismo extremo, de parafernalia cultural, quien suele decir que en la calle había que hacerse escuchar, demostró esta noche que sigue viviendo la música y la vida como cuando era una artista callejera, sencilla y profunda, auténtica, entregada por completo, feliz; con una actitud rocker, una frescura y un histrionismo que hace que la barrera del idioma se diluya ante la evidencia de lo natural, de los sentimientos a flor de piel.

Y para el final, la demostración que “las despedidas son esos dolores dulces”: ZAZ no podía dejar el escenario, por la ovación y la emoción que embargaba al estadio, nosotros de pie y a puro aplauso, ella a pura sonrisa y gesto de lo bien que había estado todo, de lo imposible que se le hacía irse. Todos queríamos seguir en ese estado de conmoción. Al fin y al cabo, de eso se trata el arte, la música y quizás la vida. Al fin y al cabo, eso es ZAZ en vivo.