En su editorial de “Ribera Paraíso” Mariano Vicente compartió su visión acerca del debate presidencial que tuvo lugar el pasado domingo por la noche. Un recorrido entre lo nefasto que se repite y la esperanza de la mano de jóvenes que tienen una opinión formada y se interesan por el futuro de nuestro país.
Hay personajes nefastos y hay que decirlo; hay gente que no debería estar en la política y no todo es lo mismo. A veces nos apresuramos a pensar en los jóvenes que no la piensan o no la vivieron, pero esa es una lectura fácil. Pero no todo está perdido.
A pesar de ello, está el enojo que es brevísimo, y no es lo mismo el pudiente que va a sacar rédito de todo esto que el enojado obrero. Es ver de que lado de la motosierra estás, y el obrero está del lado de la sierra; derecho seguro no vas a tener.
Sin embargo, hay esperanza dentro de tanto golpe que recibimos, con la visión de los jóvenes que manifiestan “él democracia o nada”, o el “siempre es importante escuchar los debates para saber las propuestas”.
El debate me resultó espantoso, fue como los clásicos del fin de semana: Myrian Bregman fue muy clara pero habló como alguien que tiene poco que perder. A Juan Schiaretti había que pasarlo a nafta y cuando quiso contar de su juventud militante fue un tanto raro; estaba como en otra sintonía. Massa que estaba muy colorado, esperando que le tiren un muerto y con la guardia levantada. Patricia Bullrich que le echó la culpa a un curaplus pero no sabe hablar o elaborar una oración.
Estos debates condicionados por tiempo y horarios son raros, se los come la forma, la estructura. Lo que sí queda claro que hay gente impresentable, en casa y afuera.
Lo del ex jefe de la Provincia es bochornoso, está liberado a propósito antes de un debate. Se podría haber hecho antes del 22 y podría haber sido peor.
8573 fue el número que tiró Milei sobre los desaparecidos, habló de guerra con una manera de pensar que debería estar extinguido. Este peligroso y siniestro personaje es realmente un peligro inminente. Hoy más que nunca los organismos de derechos humanos y artistas deberían llenar las calles en repudio. Pero la gente está muy tranquila parece, la ley anti negacionismo urge.
Acá se enjuició el terrorismo de estado, por lesa humanidad, y Milei debería ser castigado por sus dichos.
“La libertad es la novia de Dios”, dijo el poeta, “y es y será nuestra bandera, no la de ellos“.
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