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La democratización de la cultura: ¡Afuera!

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La Argentina llegó a tener 2.308 salas de cine allí por los años 50, distribuidas en los grandes centros urbanos y en los pueblos de todo el país. Luego esa tendencia se revirtió disminuyendo fuertemente durante la dictadura militar, y posteriormente, en la década del `90 cuando el país llegó a contar con apenas 427 salas.

En aquellos años, grandes cadenas transnacionales ingresaron al país con la apertura de mercado, y si bien se reactivó la actividad de las salas exhibidoras, se profundizó el proceso de concentración en las grandes ciudades, que junto a la aparición del VHS, la crisis económica, y la aparición de espacios multisalas, produjo un fenómeno de compra de las grandes e históricas salas de cine por diversos inversionistas del juego, supermercadistas y diversas congregaciones evangelistas.

En la ciudad de Berisso, primero con el Cine El Progreso inaugurado en 1921, y luego con el Cine Victoria fundado en 1939, el séptimo arte podríamos decir que tuvo un desarrollo análogo a lo sucedido en el resto del país. Fuerte fue el trabajo, el empeño y la inversión que se hizo durante décadas por parte de la familia Leveratto, para que la ciudad ribereña tuviera un espacio cultural acorde a las necesidades de la población.

En este siglo ya, el primer gobierno radical en la historia de la ciudad, se hizo cargo de la gestión de la Sala, aunque no pudo generar un resurgimiento verdadero del cine, más allá de renovar la fachada y generar algunas actividades culturales aisladas. Con la llegada del actual gobierno, varias fueron las intentonas de retomar la senda de esplendor del Victoria. Primeramente, se pretendió desde la Dirección de Cultura poner en funcionamiento el espacio; luego se hizo cargo la Secretaría de Gobierno, inclusive creando una coordinación especifica para administrar la sala.

Nos enteramos en estos días, que el histórico Cine Victoria dejará de estar a disposición de toda la comunidad berissense para pasar a manos de una congregación evangelista que, a partir del crecimiento de su feligresía y la posibilidad económica que atesoran, ve concretado el sueño de un lugar adecuado para sus ceremonias religiosas.

Un caso muy puntual y ejemplar, para analizar el rol del Estado, la gestión cultural estatal, y el acceso a los bienes culturales de las y los vecinos; ejes que están en debate en nuestra sociedad. Justamente en momentos en que Milei proponer ajustar el INCAA, cerrar el Cine Gaumont, en Berisso sucede esto. El hecho deja en evidencia a la gestión local, a partir de los resultados nulos o negativos que caracterizaron todo este proceso, más allá de las personas con las que se intentó sin éxito alguno llevar adelante el histórico espacio.

Entre 2003 y 2015, es indudable el fomento y el desarrollo de políticas culturales, con inversiones en la industria del cine, por ejemplo, a través de los Espacios INCAA. En los últimos cuatro años, si bien no se caracterizó el gobierno nacional, por una justa distribución de la riqueza, tampoco se promovió el ajuste como única vía de desarrollo, tal cual lo propone la gestión libertaria actual. Ninguno de estos procesos derramó sus frutos en el Cine Victoria como si supo hacer, por ejemplo, en la ciudad de Ensenada con su Cine Teatro Municipal.

Hoy, en un contexto de ajuste, se elige ese mismo método en Berisso, achicando la acción del Estado, y desprendiéndose de una responsabilidad indudable de la que el peronismo hizo gala, como es la de democratizar el acceso a los bienes culturales. Se ostenta un discurso de Estado presente, o benefactor, que no estaría coincidiendo con la realidad en este caso.

Seguramente se podrá refutar este planteo diciendo que en tiempos de presupuestos exiguos dispensar dinero a un cine no está bien, o no es justo, que hay otras prioridades, que “no hay plata”. Suponiendo que esta inversión cultural se vea como un “gasto”, es casi obvio que un lugar de tales características, pensado como un multi-espacio, en una ciudad y una región como esta, no debiera dar pérdidas, al contrario.

¿Cómo una ciudad como Berisso, con su cantidad de habitantes, con su diversidad y desarrollo cultural, no puede tener para toda su comunidad un espacio cultural donde generar, construir, y expresar su sentir, su pensar, su arte y disfrutar de propuestas artísticas propias y de otros lugares de nuestro país?

¿Cómo no se pudo generar una propuesta estatal, autogestiva, creativa, innovadora y sin déficit, con lugar a la participación de las y los vecinos, no sólo como meros espectadores, sino, como sujetos activos de la generación y creación cultural?

En tiempos de debates profundos, estos resultados no suelen ser muy convenientes para revertir la mirada, muchas veces negativa, del Estado. La confianza, cuando prima absolutamente sobre la capacidad puede traer muchas veces estos finales en la gestión pública, pero fundamentalmente en la vida de las y los vecinos.